domingo, 10 de junio de 2012

Indele


En el año 2010, mi querida madre cumplió 60 años y se decidió a cumplir un viejo sueño postergado: celebrar su Bat Mitzva.

Para los que no saben de qué se trata, el Bat Mitzva es una ceremonia que realizan las mujeres judías al cumplir 12 años, como forma de pasar a la adultez. Es una vieja tradición de nuestro pueblo, originalmente sólo para los varones, que celebran el Bar Mitzva a los 13 años.

Como habitualmente era una tradición de hombres, mi madre no tuvo su celebración a los 12 años, y como en el fondo sigue siendo una niña rebelde, quiso darse el gusto.

La ceremonia consiste básicamente en leer un capítulo (Parashá) de la Torá, que es la primer parte del Antiguo Testamento.

En esa época, yo estaba como los nenes a los 3 años, en la edad de los porqué. Para mi sorpresa, cuando me puse a leer lo que decía la Parashá de la semana, leí sobre un censo que se realizó entre los varones del pueblo judío, en la época posterior a Moisés y el éxodo de Egipto. Ese censo era sólo entre varones, para determinar quienes iban a formar parte del ejército, pero lo que a mi me hacía ruido, en un día en que mi madre estaba realizando algo así como una reivindicación femenina, era que las mujeres no habían sido censadas.

Quise empezar a gritarles a todas las señoras y cantar cual Billy Bond y su Pesada del Rock & Roll... “Salgan al Sol, señoras”. Para mi suerte, al rabino no le gustó demasiado que me ponga a cantar en la sinagoga. Aproveché para investigar un poco más de la Torá y el Talmud, y me encontré con lo siguiente:

- Décimo mandamiento: “No desearás la casa de tu prójimo, la MUJER de tu prójimo, ni nada que le pertenezca”

- Talmud: “ ama a tu esposA como a ti mismo ”

En ningún lado encontré que se diga “no desearás al HOMBRE de tu prójimo ”, ni tampoco “ama a tu esposo como a ti misma ”.

Llegué a la conclusión que se tratan de libros escritos por y para varones, ya que eran quienes estudiaban la Torá, actividad no ejercida por las mujeres, que debían dedicarse al hogar. Aún a pesar de que no puede negarse la presencia femenina en el relato, es desde un lugar de respeto a la mujer como tal, pero en un rol secundario, y siempre desde la visión del varón.

Recién en el siglo XIX comienza a aparecer en el judaísmo, con mayor fuerza, una voz pública femenina. Quizás porque al no estar obligadas al estudio de la Torá, podían estudiar otras cosas.

Es en el siglo XX donde empiezan a aparecer personajes públicos femeninos, mujeres judías premios nobel; Golda Meir, primer ministro y arquitecta importante en la construcción del Estado de Israel; Hannah Arendt, Etc.

Y claro, también Rosa Luxemburgo, quien nos dijo algunas pavaditas como las siguientes:

“ la libertad siempre ha sido, y es, la libertad para aquellos que piensan diferente”

“ Quien no se mueve, no siente las cadenas ”

“ Mi ideal es un orden social, en el que me sea dado, amar a todo el mundo ”

Al leer a Rosa Luxemburgo, de nuevo me dieron ganas de gritar “Salgan al Sol, Señoras”, porque todos sabemos muy bien que los días son siempre más lindos afuera, que encerrados entre cuatro paredes. O mejor, gritarles que no salgan solamente afuera, hagan que el sol se meta por entre la mesa, las sillas, los muebles.

O dicho en forma más elegante por otro varón judio, David Grossman, escritor israelí : Las vivencias, los hechos y las acciones más importantes de los seres humanos, no suceden jamás en palacios presidenciales, castillos o parlamentos, sino en las cocinas, los comedores y los cuartos de los niños.

Apreciando la felicidad de mi madre en su día, o la emoción y las lágrimas de sus amigas, sesentonas como ella, comprendí lo que nunca había dimensionado del todo, que no fueron las palabras de mi madre sino sus miradas, sus abrazos, las que siempre me hicieron sentir que nuestra tradición, nuestro pueblo, no puede ser indiferente en la construcción de ESE LUGAR, donde nos sea dado, amar a todo el mundo.

Es que la UTOPÍA mis amigos, irremediablemente deberá contener un fuerte perfume de mujer, porque la fuerza será inútil, y no habrán ya más censos, porque no habrán más ejércitos.

Fue aquel día en que mi madre quiso ser adulta, cuando terminé de entender lo que siempre había sospechado, que las niñas, mientras juegan, no le ponen límite a sus sueños. Gracias Indele.